top of page

El Riesgo de ayudar a otros y olvidarse de ti mismo

  • hace 6 días
  • 3 Min. de lectura

Hay una carga que no se ve, pero se siente.

Esa que llevas en el alma cuando ayudas a todos, cuando das sin medida, cuando tratas de ser el refugio de quienes te rodean.

Eres de esas personas que no saben mirar hacia otro lado cuando alguien necesita ayuda.

Tu corazón no sabe decir “no”, aunque por dentro estés agotado.


Has sido el hombro donde otros lloran, el consejo cuando alguien se pierde, la voz de ánimo en medio del caos.

Pero mientras sostienes a todos, ¿quién te sostiene a ti?

Has aprendido a sonreír cuando tu alma grita, a calmar tormentas ajenas mientras las tuyas te consumen en silencio.


Y aunque pocos lo noten, ese cansancio también es real.

Cansa tener que ser el fuerte, el que nunca se quiebra, el que siempre encuentra una palabra para animar a los demás.

Cansa dar cuando ya no queda casi nada dentro.

Cansa amar sin recibir, y seguir luchando cuando tu fe apenas se sostiene.


Dios ve todo eso.

Él conoce cada noche sin descanso, cada lágrima que no dejas caer, cada pensamiento que disimulas con una sonrisa.

Nada de lo que haces pasa inadvertido para Él.

El cielo tiene registro de cada una de tus batallas silenciosas.


Pero el Señor no quiere verte agotado, confundido ni vacío.

Él te dice: “No te creé para cargar el mundo entero sobre tus hombros. Te creé para caminar a mi lado.”


A veces, el corazón noble confunde el amor con sacrificio extremo.

Pero el amor también sabe detenerse, también aprende a descansar.

No puedes salvar a todos, porque no eres Dios.

Tu papel no es cargar con las culpas, los miedos o los problemas de los demás, sino acompañar, orientar y amar dentro de tus límites.


Dios no te pide que seas invencible.

Te pide que confíes.

Te pide que sueltes lo que no te corresponde y que aprendas a cuidarte sin sentir culpa.

Porque el que se descuida mientras cuida, termina perdiéndose a sí mismo.


Jesús también se retiraba a orar, a estar en silencio, a encontrarse con el Padre.

No porque no amara a las multitudes, sino porque sabía que un alma cansada no puede sanar a nadie.

Él entendía que descansar también es un acto de fe, una forma de decir: “Señor, Tú sigues obrando aunque yo detenga mis manos.”


Y hoy, Dios quiere recordarte eso mismo.

No todo depende de ti.

No todo está en tus fuerzas.

Hay cosas que solo Él puede ordenar, sanar y restaurar.


A veces, la vida te pone en pausa para recordarte que tú también importas.

Que no es egoísmo decir “necesito un momento para mí”.

Que no está mal reconocer que el alma duele.

Porque admitir el cansancio no te hace débil, te hace humano, y Dios ama tu humanidad.


No todo el que parece fuerte lo es.

A veces, la mayor fortaleza está en saber soltar, en reconocer que ya no puedes más y dejar que Dios sea quien siga caminando.

Él no te juzga por detenerte; te abraza mientras lo haces.


Así que hoy, baja el peso que no te corresponde.

Descansa.

Respira.

Vuelve a tu centro.

Dile a Dios: “Padre, ya no quiero sostenerlo todo, enséñame a descansar en Ti.”

Y Él lo hará.


Porque lo que entregaste con amor volverá a ti, multiplicado, cuando menos lo esperes.

El universo entero —y el cielo mismo— han visto tu esfuerzo, tu fidelidad y tus lágrimas.

Nada se pierde cuando el corazón ha dado con pureza.


🙏 Oración:


Padre amado,

a veces mi corazón se cansa de ser fuerte.

He querido sostener a todos, cargar con lo que no me corresponde y seguir sonriendo cuando mi alma ya no puede más.

Hoy dejo esas cargas en tus manos, Señor.

Enséñame a cuidar de mí con el mismo amor con el que cuido a los demás.

Devuélveme la paz que el cansancio me robó y hazme entender que descansar en Ti no es rendirme, sino confiar.


Dame la sabiduría para ayudar sin perderme, para amar sin agotarme y para soltar sin miedo.

Hoy me detengo, respiro y descanso en tu presencia.

Amén.


🌙 Reflexión final:


Recuerda esto: no puedes dar lo que no tienes.

Si el alma se vacía, la fe se apaga lentamente.

Por eso, cuida tu corazón como lo más sagrado que Dios te ha confiado.

El descanso también es obediencia.

El amor propio, cuando nace de Dios, no es vanidad: es gratitud por la vida que Él te dio.


Si esta palabra tocó tu alma, tómate un momento para descansar, orar y compartirla con alguien que siempre ha sido fuerte para todos, pero ya se olvidó de sí mismo.


Que Dios te bendiga poderosamente.

Sergio Andrés, tu Consejero Espiritual.

 
 
 

Comentarios


  • Youtube
  • Facebook

©2025 por Consejero Espiritual

Sergio Andres

Logo paypal
FooterDescargaAndroid.png
  • Instagram
  • Facebook
  • Twitter
  • Youtube
  • TikTok
bottom of page