Tengo un Rey. Un Rey que no se encuentra en palacios dorados ni se rodea de lujos. Es un Rey que conoce cada rincón de mi ser, cada pensamiento y cada temor. No viste ropas elegantes ni porta una corona de piedras preciosas, pero su majestuosidad es incomparable. Mi Rey no impone su poder a la fuerza ni exige tributo, sino que reina con amor y justicia. Es un Rey que camina a mi lado, que comprende mis luchas y me ofrece su mano cuando siento que no puedo más. Su voz, suave y firme, me guía por caminos de paz y esperanza.
Este Rey no se deja llevar por las apariencias ni se fija en las riquezas, porque su reino no es de este mundo. Es un Rey que ha derramado su vida por mí, que ha conquistado la muerte para darme vida eterna. Y su nombre, el nombre que está sobre todo nombre, es Jesús.
Reflexión: Jesús, nuestro Rey, no necesita de joyas ni de títulos para ser soberano. Su reino se extiende más allá de las fronteras de este mundo, alcanzando lo más profundo de nuestros corazones. Nos enseña que el verdadero poder radica en el servicio, que la verdadera grandeza está en el amor incondicional. A través de sus enseñanzas, nos muestra que ser parte de su reino es vivir en la luz de la verdad, abrazando la misericordia y la compasión.
En momentos de dificultad, cuando el mundo parece un lugar oscuro y lleno de incertidumbre, es reconfortante saber que nuestro Rey es inquebrantable. Él es la roca en la que podemos apoyarnos, la fortaleza en la que encontramos refugio. Jesús no solo gobierna desde un trono celestial, sino que también reina en cada corazón que lo recibe con fe.
Jesús, nuestro Rey, es diferente a cualquier otro rey que el mundo haya conocido. Su corona no está hecha de oro, sino de espinas, un recordatorio del sacrificio que hizo por cada uno de nosotros. No gobierna con temor o con fuerza, sino con amor puro y desinteresado. Su reinado no se impone, sino que se ofrece como un refugio para aquellos que buscan paz en medio de la tormenta.
Este Rey no se mantiene alejado en un castillo inaccesible, sino que se acerca a los humildes y a los quebrantados. En su presencia, no hay necesidad de esconder nuestras fallas o nuestros miedos, porque Él nos recibe tal como somos, con nuestros defectos y nuestras luchas. Jesús conoce nuestras cargas, las ansiedades que a veces nos consumen, y nos invita a dejar todo a sus pies, prometiéndonos descanso para nuestras almas.
El reinado de Jesús es uno de justicia y misericordia. Él defiende al oprimido, levanta al caído y brinda esperanza al desamparado. En un mundo donde a menudo vemos la injusticia prevalecer, es reconfortante saber que hay un Rey que ve y conoce cada situación. Jesús nos recuerda que, aunque en este mundo podamos enfrentar tribulaciones, Su reino está en nuestros corazones, un lugar donde la paz y el amor reinan por encima de todo.
Cuando reconocemos a Jesús como nuestro Rey, nos comprometemos a vivir bajo Su guía. Esto significa amar a nuestro prójimo, perdonar a quienes nos han hecho daño, y buscar la justicia y la verdad en nuestras acciones diarias. No es un camino fácil, pero con Jesús a nuestro lado, sabemos que nunca caminamos solos.
Jesús también nos muestra que ser parte de Su reino implica un llamado a la humildad y al servicio. Como Su pueblo, estamos llamados a ser sus manos y pies en este mundo, extendiendo Su amor y Su gracia a quienes más lo necesitan. Es un privilegio y una responsabilidad ser embajadores de este Reino que no tiene fin.+
Apocalipsis 19:11-16 (RVR1960)
11 Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea.
12 Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo.
13 Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: El Verbo de Dios.
14 Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos.
15 De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.
16 Y en su vestidura y en su muslo tenía escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores.
Este pasaje describe a Jesús en Su segunda venida, como el Rey de reyes y Señor de señores, lleno de poder, majestad y gloria. Es una visión de su soberanía absoluta y su autoridad sobre todas las naciones, un recordatorio del triunfo definitivo de Cristo sobre el mal y de su reinado eterno.
Jesus te dice hoy:
Mis amados hijos, soy Yo, Jesús, su Rey y Salvador. Conozco cada pensamiento que cruza sus mentes, cada latido de sus corazones. Sé por lo que están pasando, las batallas que enfrentan y los miedos que les atormentan. Pero recuerden esto: no están solos.
Yo soy el Rey de reyes, pero también soy su amigo cercano, su guía en los momentos de oscuridad. Cuando sientan que el peso del mundo es demasiado para soportar, recuerden que Yo estoy aquí, llevándolos de la mano. No hay tormenta tan grande que Yo no pueda calmar, ni herida tan profunda que Yo no pueda sanar.
Confíen en Mí. Yo soy la roca inamovible en la que pueden apoyarse, el refugio seguro donde encuentran paz. No importa cuán grande sea el desafío, Mi poder es mayor. No importa cuán lejos se sientan de Mi presencia, Yo estoy siempre a su lado, susurrándoles palabras de consuelo y amor.
Mi Reino no es de este mundo, pero está presente en sus corazones. Mi amor por ustedes es infinito, y Mi promesa es firme: nunca los dejaré ni los abandonaré. Cuando el camino sea difícil, recuerden que Yo he vencido al mundo, y en Mí, ustedes también encontrarán la victoria.
Permanezcan en Mí, y Yo permaneceré en ustedes. No dejen que el temor los aleje de Mi amor. Vengan a Mí con todas sus cargas, y Yo les daré descanso. Mi paz, que sobrepasa todo entendimiento, llenará sus corazones y les dará fuerzas para continuar.
Los amo con un amor eterno, y en Mi reino, ustedes tienen un lugar especial. Nunca olviden quién soy Yo: su Rey, su Pastor, su Salvador. En Mí, tienen todo lo que necesitan. Confíen en Mi poder, descansen en Mi amor, y sigan adelante con la certeza de que Yo, Jesús, estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.
Oración en respuesta a Jesús:
Señor Jesús, mi Rey y Salvador, hoy me acerco a Ti con un corazón humilde y lleno de gratitud. Gracias por ser mi refugio en medio de la tormenta, mi fuerza cuando me siento débil, y mi consuelo en los momentos de dolor.
Reconozco que a menudo me siento abrumado por las dificultades de la vida, pero al escuchar Tu voz, encuentro paz y seguridad. Gracias por recordarme que nunca estoy solo, que siempre estás a mi lado, guiándome con amor y poder.
Jesús, te entrego mis temores y mis cargas. Sé que en Tus manos estoy seguro y que en Tu presencia encuentro descanso para mi alma. Ayúdame a confiar en Ti más cada día, a recordar que Tú eres la roca en la que puedo apoyarme, y que nada en este mundo puede separarme de Tu amor.
Quiero permanecer en Ti, Señor, y que Tu amor llene cada rincón de mi ser. Fortalece mi fe para seguir adelante con la certeza de que Tú, mi Rey, estás conmigo en cada paso del camino. Que Tu paz inunde mi corazón y que Tu gracia me sostenga siempre.
Gracias, Jesús, por amarme con un amor eterno. Gracias por ser mi Rey, mi Pastor, y mi Amigo. En Ti confío, en Ti descanso, y a Ti te entrego todo lo que soy. Amén.
Oración Final: Señor Jesús, mi Rey y mi Salvador, te entrego mi vida y todo lo que soy. Reina en mi corazón y guíame por tus caminos. Ayúdame a seguirte con humildad y amor, confiando siempre en tu soberanía y en tu bondad. Gracias por ser un Rey que camina a mi lado, que entiende mis luchas y que me ofrece tu paz. En tu nombre, Jesús, amén.
Ejercicio de Fe: Hoy, dedica unos minutos a reflexionar sobre las áreas de tu vida en las que necesitas la guía de tu Rey. Entrégale tus preocupaciones, tus miedos, y confía en su dirección. Jesús, el Rey de reyes, está contigo, dispuesto a llevar tus cargas y darte su paz.
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Tu consejero espiritual Sergio Andres.
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