
Cuando leemos el Salmo 91, encontramos una promesa constante de protección, refugio y cuidado divino. Estas palabras, cuando las aplicamos a nuestros hijos, nos recuerdan que ellos también están bajo la sombra del Altísimo. Dios promete librarlos del peligro, cubrirlos con sus alas y ser su fortaleza en los momentos difíciles.
Como padres, confiamos en que Él enviará a sus ángeles para que guarden a nuestros hijos en todos sus caminos, levantándolos en sus manos para que no tropiecen. Este Salmo no solo es una oración de protección, sino también una declaración de fe, donde entregamos la vida de nuestros hijos al cuidado perfecto de Dios.
Los versículos que hablan de que ninguna plaga tocará nuestra morada nos llenan de esperanza. Cuando oramos este Salmo por nuestros hijos, pedimos que Dios los libre de enfermedades, accidentes, y de cualquier influencia que quiera apartarlos de su propósito divino. Él les promete larga vida y salvación, asegurándonos que no hay mejor refugio para ellos que su presencia.
Repetir este Salmo sobre sus vidas es confiar en que Dios es fiel a su palabra y que siempre estará obrando, incluso en aquello que no vemos.
Cada palabra pronunciada con fe se convierte en un escudo, en un refugio, en una declaración de protección y bendición. Los Salmos no son solo poesía sagrada; son promesas vivas que atraviesan el tiempo y alcanzan nuestras generaciones.
Cuando elevas un Salmo con el corazón encendido, estás entregando a Dios lo más preciado para que Él lo guarde, lo cuide y lo proteja.
Hoy te invito a ofrecer este Salmo por tus hijos. Decláralo sobre sus vidas, cúbrelos con cada versículo y confía en que Dios extenderá sus alas sobre ellos. Que este Salmo sea un muro de fortaleza para ellos, una fuente de paz y un faro de luz en su camino.
Hoy comenzamos con la nueva serie "Ofrece un Salmo por los que amas". Y es que Ofrecer un Salmo a Dios es poner en sus manos lo más sagrado: nuestros hijos.
No hay amor más grande que el de un padre o una madre por sus hijos. No hay preocupación más honda que la de querer verlos bien, protegidos, en el camino correcto, lejos del peligro, del mal, de las sombras de este mundo.
Y cuando sentimos que nuestras fuerzas no alcanzan, que nuestras palabras no bastan, que nuestras manos no pueden sostenerlos siempre, solo nos queda lo más poderoso: ofrecerlos a Dios.
Hoy te invito a ofrecer este Salmo por tus hijos. Ofrécelo como un clamor, como un ruego, como una súplica llena de amor y fe. Dile al Señor que los cuide, que los guarde, que los proteja cuando tú no puedas hacerlo. Ofrécele cada palabra como un escudo sobre ellos, como una luz que guíe sus pasos, como un refugio cuando el mundo les haga daño.
Oración: Ofrezco este Salmo por mis hijos
Señor, hoy vengo ante Ti con el corazón en mis manos. Te ofrezco este Salmo como una súplica, como un ruego de un padre que solo quiere ver a sus hijos caminar seguros bajo tu luz. Te los entrego, los pongo en tu regazo, porque sé que no hay mejor lugar para ellos que tu presencia.
Protégelos, Señor, con tus alas. Cúbrelos con tu amor, defiéndelos de todo mal, aléjalos de la tentación y del peligro. Cuando yo no pueda estar con ellos, que seas Tú quien los guíe. Cuando sus pasos vacilen, cuando sientan miedo, cuando el mundo los golpee, que recuerden que tienen un Dios que los ama y un padre que ora por ellos.
Señor, líbralos de las trampas del enemigo, de las malas decisiones, de las amistades equivocadas, de los caminos oscuros. Pon en su corazón el deseo de hacer el bien, de buscarte, de amarte. Que este Salmo sea su escudo, que tu palabra los sostenga, que tu paz los abrace en todo momento.
Hoy te los ofrezco, Señor. No son solo míos, son tuyos. Tú los formaste, Tú les diste vida y solo en Ti encontrarán su verdadero destino. Guárdalos, cuídalos y nunca los sueltes.
Señor, te ofrezco este Salmo por mis hijos, por cada uno de sus días, por cada instante de su vida. Cuando despiertan en la mañana y salen al mundo, cuando cruzan calles, toman el autobús, entran a la escuela o al trabajo, cuando se mezclan con tantas voces y caminos, te pido que seas su escudo. Que ninguna sombra de mal los toque, que ningún peligro los alcance, que tu presencia vaya delante de ellos como un muro impenetrable.
Cuando se sienten solos, cuando las dudas inundan su mente y la ansiedad aprieta su pecho, cúbrelos con tu paz, Señor. Que recuerden que no caminan solos, que hay un Dios que los ama y un padre que los encomienda a Ti cada día. Que cuando las decisiones difíciles lleguen, tengan la claridad de elegir lo bueno, lo correcto, lo que los acerque a tu propósito.
Cuando el mundo les susurre al oído tentaciones disfrazadas de promesas vacías, cuando las malas compañías los inviten a desviarse, cuando las redes sociales y la presión les hagan creer que deben ser alguien que no son, protégelos, Señor. Sé su voz interior, su conciencia firme, su verdad inquebrantable. Líbralos de amistades que los arrastren al dolor, de caminos que los aparten de tu luz.
Cuando el cansancio los abrume, cuando el fracaso los haga dudar de sí mismos, cuando la tristeza quiera instalarse en su corazón, abrázalos con tu amor. Recuérdales que valen más de lo que el mundo les dice, que tienen un propósito grande, que su vida tiene sentido. Que nunca se sientan perdidos, que nunca crean que no tienen salida.
Señor, cuando caigan, cuando cometan errores, cuando tomen un camino equivocado, no los dejes ahí. Extiende tu mano, levántalos con misericordia, dales la fuerza para volver al buen camino. Enséñales que no importa cuán lejos se sientan, Tú siempre estarás esperándolos.
Hoy te los ofrezco, Señor. Te entrego sus alegrías, sus miedos, sus sueños, sus tropiezos. Que este Salmo sea un escudo en sus días de batalla, un refugio en sus noches de tormenta, una guía cuando no sepan a dónde ir. Guárdalos bajo la sombra de tu amor, protégelos con tu fidelidad y nunca los sueltes.
Señor, te ofrezco este Salmo por mis hijos, porque ellos son el regalo más grande que me has dado. Desde que los vi nacer, desde que escuché su primera risa y sostuve su pequeña mano en la mía, supe que mi vida ya no me pertenecía del todo. Porque mi corazón está en ellos, y sus alegrías son mis alegrías, sus tristezas mis tristezas, sus preocupaciones mis desvelos.
Por eso, Padre, los pongo en tus manos cada día. Cuando salen de casa y no sé qué enfrentarán afuera, cuando el mundo les ofrece caminos inciertos, cuando la vida les presente pruebas que aún no sé si están listos para afrontar. Cúbrelos con tu manto, protégelos con tu sombra, llévalos siempre de tu mano.
Señor, te los ofrezco en sus momentos de decisiones, cuando deban escoger entre lo bueno y lo malo, cuando la presión del mundo les exija ser alguien que no son. Que tu voz sea más fuerte que cualquier otra, que tu verdad brille en su mente y en su corazón. No permitas que se pierdan, que tomen caminos que los alejen de Ti, que sus pies tropiecen en terrenos peligrosos. Sé su guía, su maestro, su faro en la oscuridad.
Te los ofrezco en sus días de lucha, cuando la vida los golpee y las fuerzas les falten. Cuando sientan que no son lo suficientemente buenos, cuando los comparen, cuando el miedo intente paralizarlos. Llénalos de valentía, de confianza en Ti, de la certeza de que son obra de tus manos y que los creaste con propósito. No dejes que las mentiras del mundo definan quiénes son, sino que se miren a través de tus ojos, con amor, con dignidad, con esperanza.
Señor, te los ofrezco en sus relaciones, en sus amistades, en sus amores. Rodéalos de personas que los acerquen a Ti, que los edifiquen, que les enseñen el valor del respeto, del amor sincero, de la verdadera amistad. Líbralos de traiciones, de falsedades, de relaciones que puedan dañar su corazón. Y si alguna vez sienten que han sido heridos, que han sido abandonados, que han amado sin ser correspondidos, sé su consuelo, sé su sanador, sé el amor que nunca los falla.
Cuando el dolor toque su vida, cuando las pruebas lleguen sin aviso, cuando la enfermedad, la tristeza, el desánimo intenten robarles la paz, sé su refugio, Señor. Que nunca se sientan solos, que siempre encuentren en Ti un lugar seguro. Cuando el llanto asome en sus ojos, cuando las noches se hagan largas y los días pesados, sé su descanso, su esperanza, su fortaleza inquebrantable.
Te los ofrezco también en sus sueños y proyectos. Abre puertas de bendición para ellos, Señor. Dales oportunidades, muéstrales el camino correcto, llévalos donde su talento florezca, donde sus dones sean de bendición. No permitas que el miedo les robe la posibilidad de alcanzar lo que anhelan, sino que crean en sí mismos como Tú crees en ellos.
Señor, si alguna vez se alejan de Ti, si alguna vez sus pasos se desvían, búscalos como el buen pastor que no abandona a sus ovejas. Tráelos de vuelta, recíbelos con amor, muéstrales que tu gracia es más grande que cualquier error. No dejes que nada ni nadie los aparte de tu presencia.
Hoy, con el corazón en mis manos, te los ofrezco, Señor. Son tuyos antes que míos, son obra de tus manos, son amados por Ti más de lo que yo mismo puedo amarles. Cúbrelos con tu sombra, guárdalos bajo tus alas, protégelos en cada instante de su vida. Que tu paz los rodee, que tu amor los sostenga, que tu propósito se cumpla en ellos.
Ofrezco este Salmo por mis hijos
Señor, sigo ofreciéndote este Salmo como un clamor, como una súplica desde lo más profundo de mi corazón. No hay día en que mi alma no los ponga en tus manos, porque sé que el mundo es incierto, pero Tú eres un refugio seguro. En cada paso que den, en cada decisión que enfrenten, en cada camino que recorran, acompáñalos, protégelos, guíalos.
Te los ofrezco en sus días de alegría, cuando la risa brote fácil de sus labios, cuando la vida parezca sonreírles. Que en esos momentos no se olviden de Ti, que reconozcan que toda bendición proviene de tus manos. Que sus corazones sean agradecidos, que su fe no sea tibia, que te busquen no solo en la necesidad, sino también en la abundancia.
Pero también te los ofrezco en sus días de tormenta, cuando todo parezca derrumbarse, cuando el dolor quiera instalarse en su vida. Que en esos momentos no duden de tu amor, que recuerden que aunque las pruebas lleguen, Tú sigues siendo su Padre, su refugio, su consuelo. No permitas que la desesperanza los venza, que la angustia apague su luz, que el miedo los paralice.
Señor, los entrego a Ti en sus estudios, en su trabajo, en cada meta que se propongan. Que no se sientan incapaces, que no se rindan fácilmente, que tengan la determinación de luchar por lo que desean. Dales sabiduría para aprender, paciencia para esperar, valentía para enfrentar los desafíos. Que cada esfuerzo que hagan tenga sentido, que cada sacrificio sea recompensado, que cada paso que den los acerque a su propósito.
También te los ofrezco en su salud, Señor. Cuida su cuerpo, fortalece su mente, protégelos de toda enfermedad. Aleja de ellos el dolor, la fatiga, cualquier diagnóstico preocupante. Si en algún momento sus cuerpos se debilitan, sé su sanador, su restaurador, su fuerza en la debilidad.
Señor, te los entrego en sus emociones, en sus pensamientos, en sus miedos más profundos. Que no carguen con ansiedades innecesarias, que no vivan prisioneros de la duda o de la comparación. En un mundo que los presiona para ser perfectos, dales la certeza de que son valiosos tal como son, que no necesitan encajar, que no necesitan demostrar nada a nadie, porque Tú ya los creaste con un propósito único.
Los pongo en tus manos también en su carácter, en su manera de ser, en la persona que están formando día a día. Ayúdales a ser justos, compasivos, honestos, íntegros. Que tengan corazones bondadosos, que sean generosos sin esperar nada a cambio, que sepan amar sin egoísmo, que sean luz en medio de tanta oscuridad.
Señor, te los ofrezco para su futuro, para los días que aún no han llegado, para los caminos que aún no han recorrido. No sé qué les espera, pero sé que en tus manos estarán seguros. Sé Tú su protector, su consejero, su refugio constante. Que nunca se aparten de Ti, que nunca se suelten de tu mano, que nunca olviden que su vida tiene sentido en Ti.
Hoy, una vez más, te los entrego, Señor. Te los ofrezco con todo mi amor, con toda mi fe, con toda mi esperanza. Cúbrelos con tu sombra, guárdalos bajo tus alas, protégelos hoy y siempre.
En el nombre de Jesús, Amén.
Ofrezco este Salmo por mis hijos a la luz del Salmo 91
Señor, hoy vengo ante Ti con el corazón en mis manos, ofreciendo este Salmo por mis hijos, porque no hay refugio más seguro que el abrigo del Altísimo, ni sombra más protectora que la del Omnipotente. Tú eres su escudo, su fortaleza, su refugio en medio de la tormenta. Declaro sobre ellos cada palabra de este Salmo, creyendo que en Ti están protegidos, resguardados, sostenidos.
“Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora.”
Señor, guárdalos de las trampas del enemigo, de los engaños de este mundo, de las mentiras disfrazadas de promesas vacías. Que sus ojos sean abiertos para discernir el bien del mal, que su corazón no se desvíe por caminos oscuros. No permitas que caigan en las redes de la ansiedad, del miedo, de la desesperanza. Protégelos de toda enfermedad, de todo mal visible e invisible, de aquello que atenta contra su cuerpo y su alma.
“Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro.”
Señor, cúbrelos con tus alas, abrázalos con tu amor, rodéalos con tu presencia. Que en cada decisión, en cada paso, en cada lucha, sientan la seguridad de que no están solos. Cuando el miedo los asedie, cuando las noches sean largas, cuando las preocupaciones llenen su mente, recuérdales que hay un refugio donde siempre encontrarán paz: Tu presencia.
“No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día.”
Padre, te los ofrezco cuando la oscuridad intente envolverlos, cuando el temor se levante contra ellos. Que no haya pensamientos de angustia que roben su paz, que ningún peligro les haga sentir vulnerables. Cuídalos cuando caminen por lugares inciertos, cuando estén lejos de casa, cuando las amenazas del mundo quieran tocar sus vidas. Que ninguna saeta del enemigo prospere contra ellos, que tu luz los cubra de toda maldad.
“Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos.”
Señor, envía ángeles que los guarden en cada camino que tomen. Que en cada lugar donde estén, haya una muralla invisible de tu protección rodeándolos. Si están en la escuela, en el trabajo, en la calle, en casa, que tus ángeles acampen alrededor de ellos. Que sean protegidos de accidentes, de malas decisiones, de amistades que puedan desviarlos. Si alguna vez van a tropezar, que tus ángeles los sostengan antes de caer.
“Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.”
Señor, que mis hijos te amen, que te busquen, que encuentren en Ti su identidad. Que no sean arrastrados por las corrientes de este mundo, sino que su corazón pertenezca a Ti. Cuando la vida los ponga en pruebas, cuando sientan que todo se derrumba, recuérdales que Tú eres su roca, que en Ti siempre hay esperanza.
“Lo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación.”
Padre, te los entrego hoy y siempre. Que su vida sea larga y llena de propósito, que cada día que vivan tenga sentido en tu voluntad. Que caminen con la certeza de que hay un destino eterno esperándolos en Ti. Enséñales que esta vida es pasajera, pero que tu salvación es eterna, y que el verdadero éxito no está en lo que el mundo ofrece, sino en estar a tu lado.
Señor, este Salmo lo declaro sobre mis hijos, lo ofrezco como una plegaria de protección y amor. No importa lo que el mundo diga, no importa lo que venga, yo confío en que Tú los guardas bajo la sombra de tu presencia.
En el nombre poderoso de Jesús, Amén.
Ofrezco este Salmo por mis hijos a la luz del Salmo 23
Señor, hoy elevo este Salmo como una ofrenda por mis hijos, porque no hay mayor deseo en mi corazón que verlos seguros, protegidos y guiados por Ti. Tú eres su Pastor, el que vela por cada paso que dan, el que nunca los abandona, el que conoce sus corazones mejor que yo. En Ti confío, en Ti los encomiendo, porque solo bajo tu cuidado estarán realmente a salvo.
“Jehová es mi pastor; nada me faltará.”
Señor, te ofrezco este Salmo por mis hijos y declaro que nunca les faltará lo que realmente necesiten. Que no les falte tu amor, tu dirección, tu fortaleza. Que nunca les falte fe cuando enfrenten pruebas, que nunca les falte esperanza cuando el mundo parezca oscuro. Si alguna vez sienten que les falta algo, que encuentren en Ti su provisión, su refugio, su sustento.
“En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará.”
Padre, cuídalos cuando la vida los canse, cuando el estrés los abrume, cuando las preocupaciones quieran robarles la paz. Que en Ti encuentren descanso, que en Ti hallen un lugar donde sus almas sean restauradas. En un mundo que les exige correr, que les empuja al afán, dales la capacidad de encontrar reposo en Ti, de confiar en que Tú sostienes su vida.
“Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.”
Señor, guía sus pasos. Cuando lleguen a una encrucijada, cuando no sepan qué camino tomar, sé Tú su brújula, su dirección, su verdad. Que nunca sean engañados por lo que parece correcto pero no lo es. Que siempre elijan el camino de la justicia, el camino del bien, el camino que los acerque a Ti. Si alguna vez se sienten perdidos, recuérdales que solo en Ti encontrarán el rumbo.
“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo.”
Señor, si alguna vez mis hijos atraviesan momentos oscuros, si enfrentan pérdidas, si el miedo quiere paralizarlos, sé su luz en medio de la sombra. Cuando sientan que la tristeza los invade, cuando la angustia toque a su puerta, abrázalos con tu paz. Que sepan que no importa cuán difícil sea el camino, nunca estarán solos, porque Tú vas con ellos.
“Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.”
Padre, disciplínalos con amor cuando sea necesario, corrige sus errores sin quebrantar su espíritu. Enséñales a aprender de sus caídas, a levantarse con más sabiduría, a seguir adelante con humildad. Que nunca rechacen tu corrección, sino que la vean como un acto de amor, como la guía de un Padre que solo quiere lo mejor para ellos.
“Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.”
Señor, llénalos de tu favor. Que su vida esté marcada por tu bendición, que lo que emprendan prospere bajo tu voluntad. Cuando enfrenten enemigos, cuando otros quieran hacerles daño, sé Tú quien los defienda. No permitas que la envidia, la injusticia o la traición los derriben, sino que siempre encuentren fuerza en Ti.
“Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida.”
Señor, te los ofrezco con la certeza de que tu bondad y tu misericordia los acompañarán cada día. Que nunca estén fuera de tu gracia, que cada paso que den sea cubierto por tu amor. Dondequiera que vayan, que tu presencia vaya con ellos.
“Y en la casa de Jehová moraré por largos días.”
Padre, que mis hijos nunca se aparten de Ti. Que siempre encuentren en tu casa su refugio, que siempre te busquen, que siempre te amen. Si alguna vez se alejan, llámalos de vuelta, recíbelos con amor, recuérdales que siempre hay un lugar para ellos en tu presencia.
Hoy, con todo mi amor, te los ofrezco, Señor. Pon tus manos sobre ellos, rodéalos con tu protección, guíalos con tu amor. Que este Salmo sea un escudo sobre su vida, un recordatorio de que Tú siempre estarás con ellos.
En el nombre de Jesús, Amén.
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