top of page

Salmo 91 cuándo pierdas la esperanza




Hay noches en las que el cansancio no te deja ni pensar, pero tampoco te deja dormir. Noches en las que te das vuelta en la cama una y otra vez, buscando una posición en la que el dolor de la vida pese un poco menos. Noches en las que te levantas, caminas por la casa sin rumbo, miras el techo, suspiras… y sientes que la angustia no se va.


A veces la vida no es lo que esperabas. Un día te das cuenta de que las cosas no salieron como planeaste. Que las personas en las que confiabas ya no están. Que lo que creías seguro se desmoronó. Que luchaste, intentaste, diste todo… y aun así te quedaste con las manos vacías.


No es que no creas en Dios, es que ya no sabes cómo acercarte a Él. Ya no tienes palabras, ya no tienes fuerzas, ya no tienes fe. Te preguntas si vale la pena seguir, si hay algo más allá de este dolor, si algún día volverás a sentir paz.


Si alguna vez has sentido que todo es demasiado, que la vida te pesa más de lo que puedes soportar, que el miedo y la rabia se han convertido en compañeros de cada día, entonces quédate. Porque esta oración es para quienes ya no pueden más. Para los que han llorado en silencio. Para los que sienten que Dios los ha olvidado.


Cuando la vida se vuelve insoportable, cuando el miedo aprieta el pecho y la desesperanza se instala en el alma, las palabras de los demás dejan de tener sentido. Los consejos suenan vacíos, los ánimos parecen lejanos y la fe se tambalea. En esos momentos, no necesitamos explicaciones ni promesas sin peso… necesitamos refugio. Algo o alguien que nos sostenga cuando sentimos que nos estamos desmoronando.


El Salmo 91 no es solo un conjunto de palabras bonitas, es un grito de auxilio para el que se siente en peligro, una declaración de que aún en medio del caos, hay un lugar seguro. No habla de una vida sin problemas ni de un camino sin tropiezos, sino de un refugio en medio de la tormenta, de un Dios que no es indiferente al dolor humano.


Por eso, hoy tomaremos este Salmo como un refugio en medio de la angustia. No como una fórmula mágica para desaparecer el sufrimiento, sino como un recordatorio de que, aun cuando todo parece perdido, hay un lugar donde podemos escondernos. Un lugar donde el miedo no tiene la última palabra, donde el dolor no nos define y donde la soledad no nos destruye.


Si te sientes agotado, si ya no encuentras razones para seguir, si sientes que Dios está lejos… quédate. Esta oración es para ti.


 

Oh Dios…

Me siento agotado. Perdido. Deshecho.

Ya no sé qué hacer, ya no sé a quién acudir, ya no sé si vale la pena seguir.

El mundo me pesa en los hombros, como una losa fría, como una carga imposible de llevar.

Mi alma grita en el silencio, pero nadie escucha.

Mi corazón llora, pero nadie lo ve.

Camino entre sombras, y cada paso parece arrastrarme más profundo en la oscuridad.


Dicen que Tú eres mi refugio, mi fortaleza, que en Ti puedo encontrar descanso.

Pero ¿cómo hacerlo cuando todo dentro de mí se ha quebrado en mil pedazos?

Cuando las noches son largas y heladas,

Cuando la soledad es la única compañía,

Cuando el miedo me paraliza y la rabia consume lo poco que queda de mi fe.


Señor… ¿dónde estás?

¿Dónde estabas cuando mis fuerzas se desvanecieron?

¿Dónde estabas cuando la vida me traicionó?

¿Dónde estabas cuando confié y fui herido?

Cuando grité en mi angustia y solo encontré silencio…


No entiendo este mundo. No entiendo su crueldad.

Veo la maldad prosperar, veo a los injustos reír,

Veo cómo la mentira triunfa, cómo los que lastiman siguen adelante,

Mientras yo… yo apenas sobrevivo,

Apenas respiro,

Apenas existo.


Dicen que el que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente.

Dicen que Tú me librarás del lazo del cazador, de la peste destructora.

Pero, Señor… ¿qué pasa cuando el cazador ya me atrapó?

¿Qué pasa cuando la peste ya me enfermó?

¿Qué pasa cuando la noche me traga y el alba nunca llega?


Siento miedo.

Miedo de seguir, miedo de caer aún más,

Miedo de no encontrar jamás una salida.

El temor me ahoga como un mar sin orillas,

Como un abismo sin fondo.

Siento rabia, Señor…

Rabia por lo que he perdido, por lo que no entiendo, por lo que me duele.

Rabia porque me siento solo,

Rabia porque el mundo sigue girando y yo me quedé estancado en el dolor.


Pero aun en esta angustia,

Aun en este grito de desesperación,

Hay una parte de mí que se aferra a Ti.

Una parte diminuta, rota, frágil,

Pero que aún quiere creer.


Si eres mi refugio, cúbreme.

Si eres mi escudo, protégeme.

Si eres mi salvación, sálvame.


Porque no puedo seguir solo.

Porque mis fuerzas me han abandonado.

Porque mi alma clama por algo más que este vacío.


Que tu sombra me envuelva cuando el terror de la noche me aceche.

Que tu mano me sostenga cuando la plaga destruya lo que queda de mí.

Que tus ángeles me levanten cuando mis pies tropiecen en la desesperanza.


Señor, ya no quiero sentir este dolor.

Ya no quiero vivir con esta tristeza en los huesos,

Con esta angustia en la sangre,

Con este miedo en cada latido de mi corazón.


Sácame de aquí.

Llévame a donde haya paz.

Dame una razón para respirar.

Enséñame a confiar, aunque no vea,

A esperar, aunque duela,

A creer, aunque todo dentro de mí se haya derrumbado.


Tu promesa dice que me librarás.

Tu palabra dice que me responderás cuando clame.

Que estarás conmigo en la angustia,

Que me rescatarás, que me honrarás,

Que me saciarás de larga vida y me mostrarás tu salvación.


Pero necesito verte ahora,

Sentirte ahora,

Saber que estás aquí y que no me has abandonado.


Cúbreme con tus alas, porque estoy temblando.

Protégeme con tu verdad, porque la mentira del miedo me ha invadido.

Dame descanso, porque mis noches son un tormento.

Y si aún me queda camino por andar,

Dame fuerzas para dar un solo paso más.


Porque sin Ti,

No puedo más.


Amén.


 

Este es un clamor profundo desde el abismo de la desesperanza, pero con una súplica sincera de refugio en Dios. Es un diálogo real, sin filtros, sin pretensiones, solo una voz quebrantada buscando descanso en Él.


Cierra los ojos… escucha el sonido del viento golpeando contra las ventanas. Es frío, cortante, como un susurro que se filtra entre las grietas de tu alma. La noche se alarga, oscura, densa, sin promesas de amanecer. El eco de tu propia respiración se siente pesado, como si cada suspiro fuera un esfuerzo, como si cada latido de tu corazón fuera una lucha contra algo invisible… algo que no puedes nombrar, pero que te aprieta el pecho.


Sientes el peso del mundo en los hombros, como una carga imposible de soltar. Los pensamientos corren en círculos en tu mente, te enredan, te asfixian. Todo duele. Todo cansa. Todo agobia. Miras al cielo, pero solo ves un vacío inmenso. Hablas, pero nadie responde. Clamas, pero el silencio se hace más profundo.


Dicen que Dios escucha, que protege, que salva… Pero, ¿qué pasa cuando el dolor se vuelve el único lenguaje que entiendes? ¿Qué pasa cuando el miedo se convierte en tu sombra, cuando la desesperanza se instala en tus huesos, cuando las lágrimas ya no salen porque incluso llorar se siente inútil?


Si alguna vez has sentido que el mundo te ha dado la espalda… si alguna vez has caminado por un desierto sin fin… si alguna vez has sentido que te ahogas en tu propia tristeza, esta oración es para ti. No para quien tiene fuerzas, no para quien se siente seguro, sino para quien ha perdido la fe en todo… incluso en Dios.


 


 
 
 

Comentários


  • Youtube
  • Facebook

©2024 por Consejero Espiritual

Sergio Andres

Logo paypal
Logo google app
  • Instagram
  • Facebook
  • Twitter
  • Youtube
  • TikTok
bottom of page